Hay cosas que no se deberían celebrar, y una de ellas es el asesinato de una de las grandes mentes creativas de nuestro país en general y de Andalucía en concreto. Pero hoy hace 84 años desde que se fusiló a Federico García Lorca y se le arrojó a una fosa común a medio camino entre Víznar y Alfacar, una desgracia que no debemos olvidar si queremos evitar que las circunstancias que llevaron a la tragedia se repitan. Desafortunadamente, aún se desconoce cuál es el lugar exacto de su descanso eterno, algo que quizá no se sepa nunca.
Este autor, nacido en Fuente Vaqueros, Granada, compuso obras tan famosas como el Romancero gitano, Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba. Con esto nos demostró que igual podía escribir poesía que novela o teatro; no había género que se le escapara a este genio de las letras. En su homenaje personal publicado hoy, Enrique Trenado nos habla de su producción teatral.
Entre otras cosas, se le conoce por haber pertenecido a la Generación del 27, un grupo de autores que incluía artistas del calibre de María Zambrano, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Dámaso Alonso o Luis Cernuda. Famoso también es su viaje a Nueva York, una ciudad que describió como “de alambre y muerte” y donde presenció “la esclavitud dolorosa del hombre y máquina juntos”, refiriéndose a la opresión del sistema capitalista y la segregación racial.
Desgraciadamente, este gran poeta vio el fin de sus días bajo el regimén franquista, cuando fue fusilado por acusaciones de ser espía de los rusos, socialista y homosexual. Se le fusiló el 18 de agosto de 1936, y se le arrojó a una fosa común a medio camino entre Víznar y Alfacar. Desde su muerte, España perdió una de sus grandes luces, una que es posible que jamás vuelva a recuperar.
Lorca siempre será grande, joven y genio. Sus versos de extrema belleza musical y su profundo conocimiento del sufrimiento humano lo llevaron directo al cielo y al Parnaso
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