¿Quién no conoce a Howard Philips Lovecraft? Hay quienes lo consideran uno de los tres pilares de la ficción de horror estadounidense, junto a Edgar Allan Poe y Stephen King; mientras que otros gozan recordando los dejes clasistas y racistas que permean sus relatos. En cualquier caso, pocos quedan que no hayan oído hablar en alguna ocasión de «La llamada de Cthulhu» o de los Primigenios a los que Lovecraft tan a menudo apelaba, aunque casi nadie imagina el alcance de la influencia del maestro de Providence.
Sin embargo, aunque todo el mundo tiene una imagen mental muy clara de un pulpo enorme emergiendo del mar con la intención de acabar con la humanidad cuando piensa en Lovecraft, lo cierto es que la cultura popular desconoce mucho de él. Poco se habla de su estudio en profundidad de las mitologías griega y romana y de la cultura árabe, de su investigación y sus publicaciones en el campo de la ciencia y, especialmente, la astronomía, o de su implicación con la política y el mundo en que le tocó vivir. Y es que H.P. Lovecraft fue mucho más que una colección de monstruos aberrantes.
El capitalismo burgués le dio un golpe mortal a la excelencia artística y a la sinceridad al entronar un barato valor de entretenimiento a costa de la excelencia intrínseca que las personas no adquisitivas de posición asegurada pueden disfrutar.
H.P. Lovecraft en S.T. Joshi, Introduction to An Epicure in the Terrible: A Centennial Anthology of Essays in Honor of H. P. Lovecraft, traducido por Miguel Olmedo Morell
De lo que no cabe duda es de que el maestro de Providence no solo fue tan creativo que dio a luz a su propio subgénero literario dentro del terror, sino que sus escritos revelan un estudio meticuloso de los avances científicos y sociales de la época más riguroso de lo que suele ser habitual en un escritor de «pulp fiction», tal y como se evidencia en relatos como «En las montañas de la locura». A pesar de todo, siempre solemos oír lo mismo cuando se habla de Lovecraft: pulpos cósmicos, racismo, mala prosa, y un sinfín de clichés y medias verdades que demuestran que se han consumido más productos derivados de la obra de este autor que obras suyas.
Por ello, quisiéramos aprovechar la ocasión de su 130º aniversario para recomendaros encarecidamente su lectura. Porque pocas veces nos ha ofrecido la humanidad un artista tan único y con una cosmogonía tan original y distinta, y dejar pasar la oportunidad de aprender algo de él sería un desperdicio. Por eso, queremos aprovechar la ocasión para decir… ¡feliz cumpleaños, Lovecraft!